viernes, 7 de noviembre de 2014

LA ANSIEDAD DESBORDANTE: EL TRASTORNO DE PÁNICO

La ansiedad es un mecanismo evolutivamente diseñado para facilitar la adaptación al medio. En los remotos tiempos de nuestros antepasados más primitivos, la resolución de cualquier enfrentamiento con los peligros que la naturaleza pudiera imponer (desde catástrofes naturales a situaciones de conflicto con otros grupos de humanos o depredadores) dependía directamente de la capacidad del organismo para reaccionar ante ellos. En este sentido, la respuesta de ansiedad facilitaba una miríada de cambios fisiológicos dirigidos a propiciar una conducta de lucha o huida que mejorara las probabilidades de supervivencia. Desde esta perspectiva, es coherente derrumbar la mala prensa que la ansiedad tiene en la actualidad y pensar que sin ella, muy probablemente, jamás hubiéramos llegado hasta donde lo hemos hecho.
Aunque la ansiedad tiene un evidente correlato fisiológico (mediante la emisión de cortisol desde las glándulas suprarrenales a través del eje hipotálamo hipofisiario adrenal -HHA-), ésta no puede circunscribirse en exclusiva a un fenómeno biológico: la ansiedad es una respuesta tridimensional compleja que se manifiesta en síntomas cognitivos, fisiológicos y motores. Cada persona experimenta la ansiedad de una forma única, por lo que es necesario ahondar en el modo particular en que ésta se expresa (predominio cognitivo, predominio fisiológico, etc.).
Los síntomas de corte cognitivo hacen referencia a aquellas rumiaciones o preocupaciones excesivas/desbordantes que a veces se interpretan como pensamientos intrusivos. En casos de gran ansiedad (como se observa, por ejemplo, durante los ataques de pánico) pueden llegar a manifestarse distorsiones perceptivas, sensación de muerte inminente (por asfixia o paro cardíaco), miedo a perder el control o incluso un temor intenso a volverse loco. Se trata, en todos los casos, de interpretaciones subjetivas de síntomas físicos que a menudo están bruñidas de expectativas irreales sobre las consecuencias probables de la hiperactivación ansiosa (como veremos más adelante).
Los síntomas fisiológicos son muy diversos y oscilan desde taquicardias a sudoración, pasando por temblores, actividad peristáltica intestinal acentuada, pérdida de sensibilidad, midriasis (dilatación de las pupilas), hiperventilación, etc. A menudo son el detonante a partir del cual emerge una interpretación subjetiva (síntomas cognitivos), que puede llegar a convertir niveles de ansiedad moderados (adaptativos) en auténticos episodios de pánico (especialmente en aquellos casos en los que surge un pensamiento catastrófico para explicar procesos naturales del organismo). Los fenómenos aquí observados son reacciones del cuerpo ante un peligro percibido (o su anticipación), sea real o no en términos objetivos, pero que en todo caso tratan de promover una respuesta adaptativa.
Por último, los síntomas de tipo motor se refieren a todo aquello que la persona hace de forma explícita para enfrentarse a la ansiedad. Se trata de estrategias tan dispares como la huida, la evitación, el escape, las técnicas de relajación, el recurso a elementos que proporcionen seguridad (estar acompañado de otra persona, por ejemplo), etc.
Como respuesta fisiológica, la experiencia de ansiedad tiende a disolverse con el paso del tiempo (por el antagonismo del sistema nervioso simpático y parasimpático). Por ejemplo, cuando la elevada ansiedad surge como una respuesta ante la presencia de estímulos muy concretos (como ocurre en la fobia específica) ésta encuentra su máxima expresión cinco minutos después del inicio de la exposición, para pasar a reducirse progresivamente hasta su total desaparición. Cuando una persona es capaz de afrontar la presencia del estímulo fóbico durante un tiempo suficiente, la respuesta de ansiedad pasa a ser más breve y menos intensa en ocasiones sucesivas (mientras que la percepción de autoeficacia aumenta paralelamente). Alcanzado cierto punto, la persona puede llegar a manejar/interactuar con normalidad ante las situaciones/estímulos que temía. Este fenómeno (extinción) es la base a partir de la cual las estrategias de exposición surten un enorme efecto terapéutico en el tratamiento de múltiples trastornos de ansiedad.
EL TRASTORNO DE PÁNICO
Definiríamos el Trastorno de Pánico como la tendencia a experimentar ataques de pánico con frecuencia, de modo que la vida llega a condicionarse verdaderamente. Algunas personas que sufren ataques de pánico son incapaces de identificar situaciones específicas (o su anticipación) que propicien la sintomatología, percibiendo así su aparición como imprevisible. Más adelante veremos que esto realmente no es así, y siempre puede trazarse una relación causal con estímulos externos (especialmente cuando existe una agorafobia comórbida) o internos (reacciones fisiológicas como sudoración, parestesias o taquicardia). Por supuesto, aprender a detectar estas situaciones requiere un trabajo conjunto entre el terapeuta y el paciente que promueva el autoconocimiento por parte de este último.
Los ataques de pánico son, en esencia, respuestas extremas de ansiedad. En ellas pueden emerger síntomas profundamente perturbadores para la persona, tales como disnea e hiperventilación (respiración dificultosa), taquicardias, sudoración, temblores, etc. que por su gran intensidad pueden hacer pensar a la persona que está sufriendo una enfermedad grave (cuando en realidad es una respuesta natural del sistema nervioso simpático). En otras ocasiones, la persona puede sentir que su entorno adquiere una naturaleza que le resulta particularmente irreal (desrealización), o incluso que se está volviendo loca. La percepción subjetiva de estos síntomas actúa como elemento reforzador del episodio: cuando aparecen, la persona los interpreta como algo catastrófico (muerte inminente, asfixia letal, pérdida de la cordura, etc.) aumentando su ansiedad hasta alcanzar la intensidad propia de un ataque de pánico (aumento sintomático en espiral). Como podemos ver, trabajar con estos pensamientos tiene un enorme valor terapéutico y en ello ha de residir gran parte del trabajo que se realiza en las sesiones. Cambiando la interpretación se altera, también, la experiencia emocional.
Algunos de los pensamientos más habituales y su explicación objetiva son:
·         “Me estoy asfixiando”: Cuando sufrimos un ataque de pánico, nuestro ritmo respiratorio se acelera y por tanto, nuestro organismo se hiperventila. En ese momento, tenemos más oxígeno del que realmente necesitamos, por lo que es imposible que se produzca una asfixia (que dependería de procesos mecánicos como la obstrucción de las vías aéreas, que no se observan durante el ataque de pánico).
·         “Esto es un ataque al corazón”: Las taquicardias, habituales en los ataques de pánico, tienen como objetivo transportar el oxígeno a los músculos distantes del cuerpo (piernas, brazos, etc.) para facilitar una conducta de lucha o huida. Recordemos que la ansiedad es una respuesta adaptativa diseñada para aumentar las probabilidades de sobrevivir ante la percepción o anticipación de un riesgo. El cuerpo funcionaría como si estuviera exponiéndose a un peligro inminente y reaccionando, por tanto, de una forma completamente coherente. En los ataques al corazón se observa una reacción anormal de los músculos cardíacos, mientras que el ataque de pánico “demuestra” su total integridad.
·         “Me estoy volviendo loco”: Los ataques de pánico son la consecuencia de problemas emocionales. Los problemas emocionales, por sí mismos, no tienen conexión alguna con los episodios psicóticos (que son los que se asocian coloquialmente con el fenómeno de la “locura”). La asociación entre “locura” y ataque de pánico carece por completo de sentido desde una perspectiva objetiva.
Como podemos observar, el ataque de pánico se desarrolla como consecuencia de las interpretaciones subjetivas de los síntomas de ansiedad (sus correlatos fisiológicos), que refuerzan su  expresión hasta alcanzar la entidad de un ataque de pánico. 

EL ORIGEN DE LOS ATAQUES DE PÁNICO
Una pregunta frecuente que se formulan las personas que sufren ataques de pánico es, precisamente, cual es el origen de estos síntomas. En la mayor parte de los estudios clínicos sobre la cuestión se esbozan tres tipos de factores etiológicos: factores distales, estrés psicológico y condicionamiento. A continuación describiremos cada uno de ellos:
- Factores distales: Se refieren a estilos de crianza durante la niñez. Con frecuencia, las personas que sufren ataques de pánico han recibido una educación en la que se sobredimensionaba la probabilidad de sufrir calamidades/catástrofes a lo largo del curso vital (promoviendo un estilo cognitivo caracterizado por la rumiación excesiva, e incluso una disposición mental en la que se contempla al futuro y los demás como algo peligroso). Es frecuente también que algún miembro de la familia refiera una preocupación excesiva sobre la salud física, y que esos mensajes se interioricen en el niño hasta hacerse extensivos a la vida adulta (en la que se observa una focalización excesiva sobre el funcionamiento del organismo, una de las tendencias más habituales en los ataques de pánico). Así pues, se observan creencias sobre el mundo y sobre uno mismo que son el cimiento sobre el que posteriormente se construirá el Trastorno de Pánico.
- Estrés Psicológico: Además de las causas distales, también se observan sucesos específicos en la vida que actúan como detonantes del ataque de pánico (sucesos altamente estresantes de distinto tipo). En otras ocasiones el estrés tiene un valor acumulativo, de modo que las preocupaciones frecuentes y excesivas acaban propiciando sintomatología de ansiedad exacerbada (como una espiral). Así pues, es habitual que quienes sufren un ataque de pánico refieran haber estado viviendo experiencias emocionalmente erosivas en los meses previos a la aparición del mismo. Ocasionalmente, el pánico también puede ser la consecuencia de una ansiedad largamente tolerada durante años. Por último, existen ciertos perfiles de personalidad que predisponen a la experiencia de emociones difíciles, como el neuroticismo. El elevado neuroticismo (visión global del mundo como una amenaza, elevada frecuencia de experiencias internas negativas, dificultad para tolerar las emociones difíciles, pesimismo, etc.) es un factor de riesgo para el desarrollo de problemas de ansiedad a lo largo de la vida, entre los cuales se incluye el Trastorno de Pánico.
- Condicionamiento: Cuando se han reunido las condiciones para la aparición de un primer ataque de pánico, con frecuencia se produce una asociación entre los síntomas percibidos y el contexto en el que se dan. Por ejemplo, si una persona sufre un ataque de pánico mientras viaja en tren, puede relacionar el medio de transporte con los síntomas ansiosos, facilitando que éstos emerjan en ocasiones posteriores en los que vaya a enfrentarse a una situación similar. El fenómeno del condicionamiento a situaciones externas se observa con frecuencia en el Trastorno de Pánico con Agorafobia, en el que se desarrolla un miedo intenso a exponerse a situaciones en los que un ataque de pánico podría resultar molesto o vergonzante, o en las que sería difícil escapar. En otras ocasiones la persona es incapaz de identificar un detonante ambiental para sus ataques de pánico, llegando a considerar que éstos surgen de forma incontrolable (lo que supone una percepción de bajo control que incrementa todavía más el malestar). En estos casos, con frecuencia se produce una asociación ya no con elementos externos, sino con procesos fisiológicos totalmente normales. Por ejemplo, es habitual que quienes sufren un ataque de pánico focalicen la atención en el funcionamiento de su cuerpo, de modo que cualquier indicio de actividad fisiológica (digestión, pequeños cambios en el ritmo cardíaco, peristaltismo intestinal, cambios de temperatura, etc.) ponga en marcha pensamientos catastróficos (“algo malo está sucediendo con mi cuerpo”, “está ocurriéndome otra vez”, “esto debe ser un infarto”, etc.), incrementando la activación fisiológica ante el peligro percibido y precipitando el ataque de pánico. Este fenómeno explicaría, por ejemplo, que algunas personas refieran ataques de pánico mientras duermen (asociación con estímulos internos que se mantiene durante el sueño) o durante la digestión (hiperactivación metabólica). La asociación entre procesos fisiológicos naturales y la respuesta de ansiedad extrema es el núcleo principal sobre el cual orbita la etiología proximal de los ataques de pánico, mientras que el condicionamiento a situaciones externas es el elemento crucial para la aparición de los síntomas agorafóbicos.
CÓMO SE MANTIENE UN ATAQUE DE PÁNICO
A medida que el tiempo pasa, la asociación entre pánico y estímulos internos/externos puede hacerse más fuerte y el trastorno más invalidante, requiriendo la persona atención psicológica especializada. En muchas ocasiones, las situaciones/sensaciones que generaban pánico se hacen más numerosas (generalización) y la persona llega a desarrollar miedos que incluso le impiden abandonar su hogar. Esto puede traer consigo otros problemas clínicos comórbidos, como la Depresión Mayor, que oscurecen el pronóstico y pueden requerir tratamiento adicional.
Los ataques de pánico a menudo se mantienen porque la persona evita los estímulos que teme debido a las creencias que esgrime sobre las posibles consecuencias de sufrir un episodio de elevada ansiedad. La evitación de éstos supone una forma de refuerzo negativo que genera un alivio inmediato, pero lamentablemente tiende a empeorar la situación a largo plazo.
Enfrentarse a las situaciones/sensaciones que se han asociado al ataque de pánico, tanto externas (exposición in vivo) como internas (exposición a las sensaciones fisiológicas mediante ejercicios especialmente diseñados para ello), es la estrategia más eficaz para atajar el problema. Al inicio de la exposición, la persona puede experimentar un malestar importante (síntomas iniciales del ataque de pánico) que pueden precipitar una conducta de escape y fortalecer el problema, pero si ésta es capaz de mantenerse en la situación (sin huir) la ansiedad se reducirá de forma progresiva. A medida que la persona sigue exponiéndose a estímulos asociados al pánico, la ansiedad irá decreciendo (tanto en duración como en intensidad) hasta reducirse a niveles imperceptibles y desaparecer. Se trata de un proceso fisiológico de autorregulación con profundas bases neurológicas.
Puede ser adecuado entrenar a la persona en el uso de ciertas estrategias de relajación (especialmente en aquellos casos en los que se observa una situación de estrés largamente mantenida), aunque es importante que éstas no se utilicen como mecanismos de seguridad que impidan una auténtica exposición a la situación temida. Buscar la compañía de otras personas o elementos ambientales durante el entrenamiento en exposición (uso del teléfono, por ejemplo) son conductas de seguridad que también deberán abandonarse poco a poco. Como puede observarse, el objetivo principal de la exposición es que la persona rompa sus asociaciones aprendidas y pueda llegar a desarrollar una vida completamente normal en cualquier contexto.
Otra forma adicional de tratamiento consiste, como hemos sugerido previamente, en explorar las creencias que la persona mantiene sobre su pánico. A menudo se trata de pensamientos irracionales que no tienen una base objetiva y que funcionan como elementos mediadores entre el estímulo (interno/externo) y la consecuente respuesta de ansiedad. Una reflexión en profundidad sobre estas creencias puede suponer una diferencia sustancial en el modo en que se vivencia la experiencia ansiosa, deteniendo el ciclo progresivo de los síntomas iniciales hacia sus manifestaciones más extremas (ataque de pánico).
En conclusión, tanto la conducta de escape como los pensamientos irracionales suponen los ejes centrales sobre los que orbita el tratamiento del ataque de pánico, ya que son los principales elementos que mantienen el problema. El uso de estrategias adecuadas para ello, desde la psicología conductual (teoría del aprendizaje, uso de refuerzos contingentes, etc.) y la psicología cognitiva (terapia racional emotiva, por ejemplo) garantizarán el éxito del abordaje terapéutico y la normalización de la vida de quienes sufren un Trastorno de Pánico.


miércoles, 26 de febrero de 2014

Adicción al sexo

Adicción al sexo: ¿ser insaciable es un problema?

Los expertos tienen claro que la ninfomanía no es un trastorno psiquiátrico y tampoco lo es la adicción al sexo. Sin embargo, hay pacientes que buscan ayuda médica porque su compulsividad sexual les hace infelices.

La polémica empezó cuando Lars Von Trier dio a conocer su última obra, la saga Nymphomaniac, cuya primera parte se estrenó el pasado 25 de diciembre en los cines entre aluviones de críticas. Ahora vuelve a probar suerte con la segunda y última entrega.

La obra narra la vida de una mujer, interpretada por la actriz francesa Charlotte Gainsbourgh, que aparece retratada como ninfómana, término que solo se aplica cuando afecta al género femenino y que en el diccionario de la RAE se refiere al “deseo violento e insaciable en la mujer de entregarse a la cópula”.

Pero, ¿existe de verdad la ninfomanía?

En la quinta y última edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V, por sus siglas en inglés), la ‘biblia’ de la psiquiatría, la adicción al sexo no aparece descrita como trastorno en ninguna de sus controvertidas páginas.

En la quinta y última edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, la adicción al sexo no aparece descrita como trastorno

Tampoco la edición anterior, el DSM-IV, consideraba la adicción al sexo como una categoría diagnóstica, aunque admitía la existencia de pacientes con malestar debido a un patrón de relaciones sexuales repetidas, clasificándolo como ‘trastorno sexual no especificado’.

A pesar de lo que diga el manual, hay personas que viven su deseo sexual como un problema. “Aunque se ha desestimado el trastorno hipersexual como nuevo diagnóstico, los pacientes siguen yendo a consulta por un aumento en la frecuencia, intensidad de fantasías, excitación, impulsos y conductas sexuales que les provocan malestar significativo, deterioro social u ocupacional”, explica a Sinc Carlos Chiclana, psiquiatra e investigador de la Universidad San Pablo CEU de Madrid.

“En la pasada década estos comportamientos han recibido una atención creciente, pero existen aún dudas sobre si constituye un trastorno adictivo, del ámbito del trastorno obsesivo compulsivo o de la patología del control de los impulsos”, añade.

El término adicción, dependencia al sexo o sexo compulsivo se aplica a un patrón de actuación por el cual las personas buscan compulsivamente experiencias sexuales nuevas, precisan de multitud de parejas diferentes para satisfacer sus necesidades eróticas y se produce gran frustración cuando no consigue satisfacer su deseo.

Para Ángel Luis Montejo González, director científico de la Asociación Española de Sexualidad y Salud Mental (Aesexsame), la compulsividad sexual se define como una falta de control sobre este comportamiento, lo que, indirectamente, implica una conducta autodestructiva de quien lo padece.

“Cuando una persona se preocupa en exceso por el sexo y continúa comprometiéndose en actividades sexuales compulsivas a pesar de las consecuencias adversas que puede conllevar (deterioro de su vida de pareja, trabajo, salud, libertad personal, etc.) se considera adicto al sexo”, afirma Montejo González.

No existen datos epidemiológicos definitivos –sí hay, por el contrario, cuestionarios y pruebas que facilitan su diagnóstico–, pero según Chiclana, los últimos estudios refieren que su prevalencia estaría en torno al 2% de la población.

Psiquiatras vs sexólogos

La postura de los expertos en relación con la adicción al sexo –o hipersexualidad, un término que suelen preferir– depende mucho de su especialidad. Mientras que la mayor parte de los psiquiatras consultados por Sinc consideran que está fuera de su ámbito, los sexólogos se declaran especialistas en su diagnóstico y tratamiento.

“Existe una controversia considerable en torno a cómo debería designarse este síndrome y sobre a qué categoría diagnóstica pertenece. El modelo que describe el origen de la adicción es el que parece más apropiado, ya que comparte características comunes con otras adicciones como el juego, el alcohol o las drogas”, apunta el director científico de la Aesexsame.

La compulsividad sexual se define como una falta de control sobre este comportamiento, lo que implica una conducta autodestructiva de quien lo padece

Sin embargo, Miquel Bernardo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, proclama que no se trata, en ningún caso, de un trastorno psiquiátrico. “Ni la adicción al sexo ni la ninfomanía aparecen en el DSM, sino que solo son consideradas conductas sexuales”, replica.

Otro punto de vista sostiene Carlos Chiclana: “No es un mito, existe tanto en varones como en mujeres”. De hecho, la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) –que redacta la Organización Mundial de la Salud (OMS) con profesionales de todos los países miembros– recoge bajo el epígrafe F52.7 el impulso sexual excesivo.

La definición de la OMS describe que “tanto los varones como las mujeres pueden quejarse ocasionalmente de un impulso sexual excesivo como un problema en sí mismo, generalmente durante el final de la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta. Cuando el impulso sexual excesivo es secundario a un trastorno del humor o cuando aparece en los estadios iniciales de la demencia, debe codificarse aquí”.

Aunque la especialidad psiquiátrica no quiere oír hablar de adicción al sexo, la realidad es que hay personas que acuden a consulta por no poder controlar su conducta sexual y existen abundantes publicaciones científicas relacionadas –incluso una revista monotemática, Sexual Addiction & Compulsivity: The Journal of Treatment & Prevention–.

Cómo es un adicto al sexo

Al contrario que en la película de Lars von Trier, el sujeto hipersexual típico suele ser un varón joven que manifiesta un comportamiento promiscuo, compulsivo y con escaso control durante varios años, asociado a un deterioro en el funcionamiento interpersonal.

“En algunos casos la interferencia sobre la vida laboral es tal que en algunos países como EE UU el diagnóstico de adicción al sexo implica la suspensión del cargo para los pilotos de líneas aéreas, ya que se ha encontrado una frecuente relación con trastornos de ansiedad, estados depresivos o abuso de sustancias, lo que podría desembocar en accidentes”, señala Chiclana.

Los varones con adicción al sexo poseen niveles muy altos de deseo sexual y con cierta frecuencia se asocian a actividades parafílicas como el exhibicionismo, el voyeurismo, etc. La excitación que obtienen de las relaciones con la pareja habitual es baja, por lo que tienden a buscar otras. Es frecuente que en periodos de estrés, depresión o disforia, su conducta sexual se haga más exagerada.

Numerosos estudios han demostrado que la hipersexualidad suele presentarse asociada a otras patologías, sobre todo a la depresión mayor, las fobias y el abuso de sustancias. También los trastornos de personalidad son frecuentes, particularmente los subtipos paranoide, histriónico, obsesivo compulsivo y pasivo agresivo.

Tratamiento en la consulta

Normalmente las personas que piden ayuda por este trastorno han desarrollado un hábito que les hace daño. Sin que tengan ninguna patología concreta, su conducta erótica les genera grandes dificultades en la vida diaria.

“Aunque el diagnóstico de la hipersexualidad es muy cuestionable, sí podemos hacer caso del sufrimiento que nos trasmiten algunos pacientes”

Porque no solo se trata de las consecuencias adversas personales y relacionales, sino de rupturas de familias y parejas afectivas, de disfunción conyugal y divorcios, de riesgo de adquirir y diseminar enfermedades de transmisión sexual –incluida la infección por VIH– y de embarazos no deseados.

“Para una buena práctica médica es conveniente no dejarse llevar por la creencia de que en el sexo todo vale”, asegura el psiquiatra Carlos Chiclana. “Aunque el diagnóstico de la hipersexualidad es muy cuestionable, sí podemos hacer caso del sufrimiento que nos trasmiten algunos pacientes”.

El tratamiento de los hipersexuales va dirigido a frenar sus comportamientos compulsivos y mejorar sus relaciones interpersonales. El más utilizado por los expertos incluye consejo profesional y asistencia a programas de autoayuda basados en el modelo de Alcohólicos Anónimos. Estos grupos son frecuentes en países como EE UU, pero tienen poca actividad en España debido a la diferente concepción de la sexualidad en nuestra cultura.

Ante una petición de ayuda médica por una conducta sexual excesiva o fuera de control, los sexólogos describen una historia clínica completa, preguntando por la sexualidad pero sin considerarlo un tema tabú o sin relevancia clínica.

“Así evitamos estigmatizar al paciente, que poco a poco se atreverá a relatar sus conductas sexuales a pesar de los sentimientos de culpa, vergüenza o frustración, porque sabrá que se le va a atender con profesionalidad y respeto”, apunta el investigador de la universidad madrileña.

No sabemos cómo cerrará Nymphomaniac sus cuatro horas de metraje, si su protagonista dejará de pensar que es una ‘mala persona’, pero lo que los expertos dejan claro es que las conductas sexuales compulsivas se pueden tratar si interfieren en el bienestar del individuo: “La población ha de saber que tienen solución”, concluye el psiquiatra.

Consecuencias para los pacientes

Según Carlos Chiclana, psiquiatra e investigador de la Universidad San Pablo CEU de Madrid, los efectos para las personas con adicción al sexo engloban varios ámbitos:

Personales: pérdida de autoestima y confianza en uno mismo, sentimientos de incapacidad; malestar personal; humillaciones o desprecios.

Económicas: pérdidas de empleo; gastos de dinero excesivos o improcedentes.

Interpersonales: rupturas sentimentales; pérdida de la confianza de alguien; dificultades en las relaciones interpersonales; daño emocional en otros; aislamiento social; irresponsabilidad en el cuidado de otras personas; rupturas de pareja.

Médicas: enfermedades de transmisión sexual; relaciones sexuales no saludables físicamente; peor salud general.


Otras: problemas legales (denuncias, detenciones); comportamientos irresponsables; abandono de metas importantes; expulsión de organizaciones, asociaciones u otros colectivos.

domingo, 2 de diciembre de 2012

TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIO DE LA PERSONALIDAD

Un patrón general de preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control mental e interpersonal, a expensas de la flexibilidad, la espontaneidad y la eficiencia, que empieza al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos, como lo indican cuatro o más de los siguientes ítems:
1. preocupación por los detalles, las normas, las listas, el orden, la organización o los horarios, hasta el punto de perder de vista el objeto principal de la actividad.
2. perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (por ejemplo, es incapaz de acabar un proyecto porque no cumple sus propias exigencias, que son demasiado estrictas).
3. dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con exclusión de las actividades de ocio y las amistades (no atribuible a necesidades económicas evidentes).
4. excesiva terquedad, escrupulosidad e inflexibilidad en temas de moral, ética o valores (no atribuible a la identificación con la cultura o la religión).
5. incapacidad para tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando no tienen un valor sentimental.
6. es reacio a delegar tareas o trabajo en otros, a no ser que estos se sometan exactamente a su manera de hacer las cosas
7. adopta un estilo avaro en los gastos para él y para los demás; el dinero se considera algo que hay que acumular con vistas a catástrofes futuras.
8. muestra rigidez y obstinación

TRASTORNO DEPENDIENTE DE LA PERSONALIDAD

Trastorno de la personalidad dependiente

Es una afección prolongada (crónica) en la cual las personas dependen demasiado de otras para satisfacer sus necesidades físicas y emocionales.

Causas, incidencia y factores de riesgo

El trastorno de la personalidad dependiente generalmente comienza en la infancia y sus causas se desconocen. Es uno de los trastornos de la personalidad más frecuentes y es igualmente común en hombres y mujeres.

Síntomas

Las personas que sufren este trastorno no confían en su propia capacidad para tomar decisiones. Es posible que se sientan devastadas por la separación y la pérdida de alguien y pueden hacer lo que sea, incluso sufrir maltrato, con tal de conservar una relación.
Los síntomas del trastorno de la personalidad dependiente pueden abarcar:
  • Evitar estar solo
  • Evitar la responsabilidad personal
  • Resultar fácilmente lastimado por la crítica o la desaprobación
  • Enfocarse demasiado en los miedos de ser abandonado
  • Volverse muy pasivo en las relaciones interpersonales
  • Sentirse muy perturbado o impotente cuando las relaciones terminan
  • Tener dificultad para toma decisiones sin el apoyo de otros
  • Tener problemas para expresar desacuerdos con otros

Signos y exámenes

Al igual que otros trastornos de la personalidad, el trastorno de la personalidad dependiente se diagnostica con base en una evaluación psicológica así como en los antecedentes y gravedad de los síntomas.

Tratamiento

La terapia psicológica (psicoterapia) se considera el tratamiento más efectivo para ayudar gradualmente a que las personas con esta afección hagan elecciones más independientes en la vida. Los medicamentos pueden ayudar a tratar otras afecciones, como ansiedad o depresión.

Expectativas (pronóstico)

El mejoramiento suele verse sólo con terapia a largo plazo.

Complicaciones

  • Alcoholismo o drogadicción
  • Depresión
  • Mayor probabilidad de abuso sexual o maltrato físico y emocional

Situaciones que requieren asistencia médica

Solicite una cita con el médico o un profesional especialista en salud mental si usted o su hijo adolescente tienen síntomas del trastorno de personalidad dependiente.

Nombres alternativos

Trastorno de personalidad de tipo dependiente

Referencias

Blais MA, Smallwood P, Groves JE, Rivas-Vazquez RA. Personality and personality disorders. In: Stern TA, Rosenbaum JF, Fava M, Biederman J, Rauch SL, eds. Massachusetts General Hospital Comprehensive Clinical Psychiatry. 1st ed. Philadelphia, Pa:Mosby Elsevier; 2008:chap 39.

TRASTORNO DE PERSONALIDAD POR EVITACIÓN

Trastorno de la personalidad por evitación

Es una afección psiquiátrica en la cual una persona tiene un patrón vitalicio de sentirse muy tímida, inadecuada y sensible al rechazo.

Causas, incidencia y factores de riesgo

Los trastornos de personalidad son patrones de comportamiento de por vida que causan problemas en las relaciones interpersonales y en el trabajo.
Aproximadamente el 1% de la población tiene el trastorno de personalidad por evitación y se da por igual en hombres y mujeres. La causa se desconoce.

Síntomas

Las personas con trastornos de la personalidad por evitación no pueden dejar de pensar en sus propias limitaciones y establecen relaciones interpersonales con otras personas sólo si creen que no serán rechazados. La pérdida y el rechazo son tan dolorosos que estas personas prefieren estar solos antes que arriesgarse a tratar de conectarse con otros.

Signos y exámenes

Una persona con trastorno de la personalidad por evitación puede:
  • Sentirse fácilmente herida cuando la gente la crítica o la desaprueba
  • Refrenarse demasiado en relaciones íntimas
  • Ser renuente a involucrarse con personas
  • Evitar actividades u ocupaciones que impliquen contacto con otras personas
  • Ser tímida en situaciones sociales por el miedo de cometer un error
  • Hacer que las dificultades potenciales parezcan peor de lo que son
  • Mantener la opinión de que no es socialmente buena, que no es tan buena como otras personas o que es poco atractiva

Tratamiento

Los medicamentos antidepresivos a menudo pueden hacer que las personas sean menos sensibles al rechazo. Sin embargo, la terapia psicológica (psicoterapia) se considera el tratamiento más efectivo para esta afección.
La terapia psicodinámica, que ayuda a los pacientes a entender sus pensamientos y sentimientos, y la terapia conductual cognitiva (TCC) pueden ayudar. Asimismo, una combinación de medicamentos y psicoterapia puede ser más efectiva que cualquiera de los tratamientos por separado.

Expectativas (pronóstico)

Las personas con este trastorno pueden desarrollar cierta habilidad para relacionarse con los demás y esto se puede mejorar con el tratamiento.

Complicaciones

Sin tratamiento, una persona con este trastorno puede llegar a resignarse a una vida caracterizada por el aislamiento total o casi total. Estas personas pueden pasar a desarrollar un segundo trastorno psiquiátrico, como la drogadicción, o un trastorno del estado de ánimo como la depresión.

Situaciones que requieren asistencia médica

Consulte con el médico o el psiquiatra si la timidez o el miedo al rechazo trastornan su capacidad para desenvolverse en la vida y en las relaciones interpersonales.

Nombres alternativos

Trastorno evitativo de la personalidad

Referencias

Blais MA, Smallwood P, Groves JE, Rivas-Vazquez RA. Personality and personality disorders. In: Stern TA, Rosenbaum JF, Fava M, Biederman J, Rauch SL, eds. Massachusetts General Hospital Comprehensive Clinical Psychiatry. 1st ed. Philadelphia, Pa: Mosby Elsevier; 2008;chap 39.