PSICOPATOLOGIA Y SALUD MENTAL
Estimado participante bienvenido a este espacio creado especialmente para ustedes. Como docente nuestra permanente preocupación radica en brindarles diversas alternativas que permitan elevar la calidad de la educación superior y continuar abriendo nuevas posiblidades de interacción y de comunicación, por eso nace este Blog para cubrir nuevas necesidades de generar y compartr los conocimientos...
martes, 14 de mayo de 2019
viernes, 7 de noviembre de 2014
LA ANSIEDAD DESBORDANTE: EL TRASTORNO DE PÁNICO
La ansiedad es un mecanismo evolutivamente diseñado para facilitar la
adaptación al medio. En los remotos tiempos de nuestros antepasados más
primitivos, la resolución de cualquier enfrentamiento con los peligros que la
naturaleza pudiera imponer (desde catástrofes naturales a situaciones de
conflicto con otros grupos de humanos o depredadores) dependía directamente de
la capacidad del organismo para reaccionar ante ellos. En este sentido, la
respuesta de ansiedad facilitaba una miríada de cambios fisiológicos dirigidos
a propiciar una conducta de lucha o huida que mejorara las probabilidades de
supervivencia. Desde esta perspectiva, es coherente derrumbar la mala prensa
que la ansiedad tiene en la actualidad y pensar que sin ella, muy
probablemente, jamás hubiéramos llegado hasta donde lo hemos hecho.
Aunque la ansiedad tiene un evidente correlato fisiológico (mediante la
emisión de cortisol desde las glándulas suprarrenales a través del eje
hipotálamo hipofisiario adrenal -HHA-), ésta no puede circunscribirse en
exclusiva a un fenómeno biológico: la ansiedad es una respuesta tridimensional
compleja que se manifiesta en síntomas cognitivos, fisiológicos y motores. Cada
persona experimenta la ansiedad de una forma única, por lo que es necesario
ahondar en el modo particular en que ésta se expresa (predominio cognitivo,
predominio fisiológico, etc.).
Los síntomas de corte cognitivo hacen referencia a aquellas rumiaciones o
preocupaciones excesivas/desbordantes que a veces se interpretan como
pensamientos intrusivos. En casos de gran ansiedad (como se observa, por
ejemplo, durante los ataques de pánico) pueden llegar a manifestarse
distorsiones perceptivas, sensación de muerte inminente (por asfixia o paro
cardíaco), miedo a perder el control o incluso un temor intenso a volverse
loco. Se trata, en todos los casos, de interpretaciones subjetivas de síntomas
físicos que a menudo están bruñidas de expectativas irreales sobre las
consecuencias probables de la hiperactivación ansiosa (como veremos más
adelante).
Los síntomas fisiológicos son muy diversos y oscilan desde taquicardias a
sudoración, pasando por temblores, actividad peristáltica intestinal acentuada,
pérdida de sensibilidad, midriasis (dilatación de las pupilas),
hiperventilación, etc. A menudo son el detonante a partir del cual emerge una
interpretación subjetiva (síntomas cognitivos), que puede llegar a convertir
niveles de ansiedad moderados (adaptativos) en auténticos episodios de pánico
(especialmente en aquellos casos en los que surge un pensamiento catastrófico
para explicar procesos naturales del organismo). Los fenómenos aquí observados
son reacciones del cuerpo ante un peligro percibido (o su anticipación), sea
real o no en términos objetivos, pero que en todo caso tratan de promover una
respuesta adaptativa.
Por último, los síntomas de tipo motor se refieren a todo aquello que la
persona hace de forma explícita para enfrentarse a la ansiedad. Se trata de
estrategias tan dispares como la huida, la evitación, el escape, las técnicas
de relajación, el recurso a elementos que proporcionen seguridad (estar
acompañado de otra persona, por ejemplo), etc.
Como respuesta fisiológica, la experiencia de ansiedad tiende a disolverse
con el paso del tiempo (por el antagonismo del sistema nervioso simpático y
parasimpático). Por ejemplo, cuando la elevada ansiedad surge como una
respuesta ante la presencia de estímulos muy concretos (como ocurre en la fobia
específica) ésta encuentra su máxima expresión cinco minutos después del inicio
de la exposición, para pasar a reducirse progresivamente hasta su total
desaparición. Cuando una persona es capaz de afrontar la presencia del estímulo
fóbico durante un tiempo suficiente, la respuesta de ansiedad pasa a ser más
breve y menos intensa en ocasiones sucesivas (mientras que la percepción de
autoeficacia aumenta paralelamente). Alcanzado cierto punto, la persona puede
llegar a manejar/interactuar con normalidad ante las situaciones/estímulos que
temía. Este fenómeno (extinción) es la base a partir de la cual las estrategias
de exposición surten un enorme efecto terapéutico en el tratamiento de
múltiples trastornos de ansiedad.
EL TRASTORNO DE
PÁNICO
Definiríamos el Trastorno de Pánico como la tendencia a experimentar
ataques de pánico con frecuencia, de modo que la vida llega a condicionarse
verdaderamente. Algunas personas que sufren ataques de pánico son incapaces de
identificar situaciones específicas (o su anticipación) que propicien la
sintomatología, percibiendo así su aparición como imprevisible. Más adelante
veremos que esto realmente no es así, y siempre puede trazarse una relación
causal con estímulos externos (especialmente cuando existe una agorafobia
comórbida) o internos (reacciones fisiológicas como sudoración, parestesias o
taquicardia). Por supuesto, aprender a detectar estas situaciones requiere un
trabajo conjunto entre el terapeuta y el paciente que promueva el
autoconocimiento por parte de este último.
Los ataques de pánico son, en esencia, respuestas extremas de ansiedad. En
ellas pueden emerger síntomas profundamente perturbadores para la persona,
tales como disnea e hiperventilación (respiración dificultosa), taquicardias,
sudoración, temblores, etc. que por su gran intensidad pueden hacer pensar a la
persona que está sufriendo una enfermedad grave (cuando en realidad es una
respuesta natural del sistema nervioso simpático). En otras ocasiones, la
persona puede sentir que su entorno adquiere una naturaleza que le resulta
particularmente irreal (desrealización), o incluso que se está volviendo loca.
La percepción subjetiva de estos síntomas actúa como elemento reforzador del
episodio: cuando aparecen, la persona los interpreta como algo catastrófico
(muerte inminente, asfixia letal, pérdida de la cordura, etc.) aumentando su
ansiedad hasta alcanzar la intensidad propia de un ataque de pánico (aumento
sintomático en espiral). Como podemos ver, trabajar con estos pensamientos
tiene un enorme valor terapéutico y en ello ha de residir gran parte del
trabajo que se realiza en las sesiones. Cambiando la interpretación se altera,
también, la experiencia emocional.
Algunos de los pensamientos más habituales y su explicación objetiva son:
·
“Me estoy asfixiando”: Cuando sufrimos un ataque de
pánico, nuestro ritmo respiratorio se acelera y por tanto, nuestro organismo se
hiperventila. En ese momento, tenemos más oxígeno del que realmente
necesitamos, por lo que es imposible que se produzca una asfixia (que
dependería de procesos mecánicos como la obstrucción de las vías aéreas, que no
se observan durante el ataque de pánico).
·
“Esto es un ataque al corazón”: Las taquicardias,
habituales en los ataques de pánico, tienen como objetivo transportar el
oxígeno a los músculos distantes del cuerpo (piernas, brazos, etc.) para
facilitar una conducta de lucha o huida. Recordemos que la ansiedad es una
respuesta adaptativa diseñada para aumentar las probabilidades de sobrevivir
ante la percepción o anticipación de un riesgo. El cuerpo funcionaría como si
estuviera exponiéndose a un peligro inminente y reaccionando, por tanto, de una
forma completamente coherente. En los ataques al corazón se observa una
reacción anormal de los músculos cardíacos, mientras que el ataque de pánico
“demuestra” su total integridad.
·
“Me estoy volviendo loco”: Los ataques de pánico
son la consecuencia de problemas emocionales. Los problemas emocionales, por sí
mismos, no tienen conexión alguna con los episodios psicóticos (que son los que
se asocian coloquialmente con el fenómeno de la “locura”). La asociación entre
“locura” y ataque de pánico carece por completo de sentido desde una
perspectiva objetiva.
Como podemos observar, el ataque de pánico se desarrolla como consecuencia
de las interpretaciones subjetivas de los síntomas de ansiedad (sus correlatos
fisiológicos), que refuerzan su expresión hasta alcanzar la entidad de un
ataque de pánico.
EL ORIGEN DE LOS
ATAQUES DE PÁNICO
Una pregunta frecuente que se formulan las personas que sufren ataques de
pánico es, precisamente, cual es el origen de estos síntomas. En la mayor parte
de los estudios clínicos sobre la cuestión se esbozan tres tipos de factores
etiológicos: factores distales, estrés psicológico y condicionamiento. A
continuación describiremos cada uno de ellos:
- Factores distales: Se refieren a estilos de crianza durante la niñez. Con
frecuencia, las personas que sufren ataques de pánico han recibido una
educación en la que se sobredimensionaba la probabilidad de sufrir
calamidades/catástrofes a lo largo del curso vital (promoviendo un estilo
cognitivo caracterizado por la rumiación excesiva, e incluso una disposición
mental en la que se contempla al futuro y los demás como algo peligroso). Es
frecuente también que algún miembro de la familia refiera una preocupación
excesiva sobre la salud física, y que esos mensajes se interioricen en el niño
hasta hacerse extensivos a la vida adulta (en la que se observa una
focalización excesiva sobre el funcionamiento del organismo, una de las
tendencias más habituales en los ataques de pánico). Así pues, se observan
creencias sobre el mundo y sobre uno mismo que son el cimiento sobre el que
posteriormente se construirá el Trastorno de Pánico.
- Estrés Psicológico: Además de las causas distales, también se observan
sucesos específicos en la vida que actúan como detonantes del ataque de pánico
(sucesos altamente estresantes de distinto tipo). En otras ocasiones el estrés
tiene un valor acumulativo, de modo que las preocupaciones frecuentes y
excesivas acaban propiciando sintomatología de ansiedad exacerbada (como una
espiral). Así pues, es habitual que quienes sufren un ataque de pánico refieran
haber estado viviendo experiencias emocionalmente erosivas en los meses previos
a la aparición del mismo. Ocasionalmente, el pánico también puede ser la
consecuencia de una ansiedad largamente tolerada durante años. Por último,
existen ciertos perfiles de personalidad que predisponen a la experiencia de
emociones difíciles, como el neuroticismo. El elevado neuroticismo (visión
global del mundo como una amenaza, elevada frecuencia de experiencias internas
negativas, dificultad para tolerar las emociones difíciles, pesimismo, etc.) es
un factor de riesgo para el desarrollo de problemas de ansiedad a lo largo de
la vida, entre los cuales se incluye el Trastorno de Pánico.
- Condicionamiento: Cuando se han reunido las condiciones para la aparición
de un primer ataque de pánico, con frecuencia se produce una asociación entre
los síntomas percibidos y el contexto en el que se dan. Por ejemplo, si una
persona sufre un ataque de pánico mientras viaja en tren, puede relacionar el
medio de transporte con los síntomas ansiosos, facilitando que éstos emerjan en
ocasiones posteriores en los que vaya a enfrentarse a una situación similar. El
fenómeno del condicionamiento a situaciones externas se observa con frecuencia
en el Trastorno de Pánico con Agorafobia, en el que se desarrolla un miedo
intenso a exponerse a situaciones en los que un ataque de pánico podría
resultar molesto o vergonzante, o en las que sería difícil escapar. En otras
ocasiones la persona es incapaz de identificar un detonante ambiental para sus
ataques de pánico, llegando a considerar que éstos surgen de forma
incontrolable (lo que supone una percepción de bajo control que incrementa
todavía más el malestar). En estos casos, con frecuencia se produce una
asociación ya no con elementos externos, sino con procesos fisiológicos
totalmente normales. Por ejemplo, es habitual que quienes sufren un ataque de
pánico focalicen la atención en el funcionamiento de su cuerpo, de modo que
cualquier indicio de actividad fisiológica (digestión, pequeños cambios en el
ritmo cardíaco, peristaltismo intestinal, cambios de temperatura, etc.) ponga
en marcha pensamientos catastróficos (“algo malo está sucediendo con mi
cuerpo”, “está ocurriéndome otra vez”, “esto debe ser un infarto”, etc.),
incrementando la activación fisiológica ante el peligro percibido y
precipitando el ataque de pánico. Este fenómeno explicaría, por ejemplo, que
algunas personas refieran ataques de pánico mientras duermen (asociación con
estímulos internos que se mantiene durante el sueño) o durante la digestión
(hiperactivación metabólica). La asociación entre procesos fisiológicos
naturales y la respuesta de ansiedad extrema es el núcleo principal sobre el
cual orbita la etiología proximal de los ataques de pánico, mientras que el
condicionamiento a situaciones externas es el elemento crucial para la
aparición de los síntomas agorafóbicos.
CÓMO SE MANTIENE UN
ATAQUE DE PÁNICO
A medida que el tiempo pasa, la asociación entre pánico y estímulos internos/externos
puede hacerse más fuerte y el trastorno más invalidante, requiriendo la persona
atención psicológica especializada. En muchas ocasiones, las
situaciones/sensaciones que generaban pánico se hacen más numerosas
(generalización) y la persona llega a desarrollar miedos que incluso le impiden
abandonar su hogar. Esto puede traer consigo otros problemas clínicos
comórbidos, como la Depresión Mayor, que oscurecen el pronóstico y pueden
requerir tratamiento adicional.
Los ataques de pánico a menudo se mantienen porque la persona evita los
estímulos que teme debido a las creencias que esgrime sobre las posibles
consecuencias de sufrir un episodio de elevada ansiedad. La evitación de éstos
supone una forma de refuerzo negativo que genera un alivio inmediato, pero
lamentablemente tiende a empeorar la situación a largo plazo.
Enfrentarse a las situaciones/sensaciones que se han asociado al ataque de
pánico, tanto externas (exposición in vivo) como internas (exposición a las
sensaciones fisiológicas mediante ejercicios especialmente diseñados para
ello), es la estrategia más eficaz para atajar el problema. Al inicio de la
exposición, la persona puede experimentar un malestar importante (síntomas
iniciales del ataque de pánico) que pueden precipitar una conducta de escape y
fortalecer el problema, pero si ésta es capaz de mantenerse en la situación
(sin huir) la ansiedad se reducirá de forma progresiva. A medida que la persona
sigue exponiéndose a estímulos asociados al pánico, la ansiedad irá decreciendo
(tanto en duración como en intensidad) hasta reducirse a niveles imperceptibles
y desaparecer. Se trata de un proceso fisiológico de autorregulación con
profundas bases neurológicas.
Puede ser adecuado entrenar a la persona en el uso de ciertas estrategias
de relajación (especialmente en aquellos casos en los que se observa una
situación de estrés largamente mantenida), aunque es importante que éstas no se
utilicen como mecanismos de seguridad que impidan una auténtica exposición a la
situación temida. Buscar la compañía de otras personas o elementos ambientales
durante el entrenamiento en exposición (uso del teléfono, por ejemplo) son
conductas de seguridad que también deberán abandonarse poco a poco. Como puede
observarse, el objetivo principal de la exposición es que la persona rompa sus
asociaciones aprendidas y pueda llegar a desarrollar una vida completamente
normal en cualquier contexto.
Otra forma adicional de tratamiento consiste, como hemos sugerido
previamente, en explorar las creencias que la persona mantiene sobre su pánico.
A menudo se trata de pensamientos irracionales que no tienen una base objetiva
y que funcionan como elementos mediadores entre el estímulo (interno/externo) y
la consecuente respuesta de ansiedad. Una reflexión en profundidad sobre estas
creencias puede suponer una diferencia sustancial en el modo en que se vivencia
la experiencia ansiosa, deteniendo el ciclo progresivo de los síntomas
iniciales hacia sus manifestaciones más extremas (ataque de pánico).
En conclusión, tanto la conducta de escape como los pensamientos
irracionales suponen los ejes centrales sobre los que orbita el tratamiento del
ataque de pánico, ya que son los principales elementos que mantienen el
problema. El uso de estrategias adecuadas para ello, desde la psicología
conductual (teoría del aprendizaje, uso de refuerzos contingentes, etc.) y la
psicología cognitiva (terapia racional emotiva, por ejemplo) garantizarán el
éxito del abordaje terapéutico y la normalización de la vida de quienes sufren
un Trastorno de Pánico.
miércoles, 26 de febrero de 2014
Adicción al sexo
Adicción al sexo: ¿ser insaciable es
un problema?
Los expertos tienen claro
que la ninfomanía no es un trastorno psiquiátrico y tampoco lo es la adicción
al sexo. Sin embargo, hay pacientes que buscan ayuda médica porque su
compulsividad sexual les hace infelices.
La polémica empezó cuando
Lars Von Trier dio a conocer su última obra, la saga Nymphomaniac, cuya primera
parte se estrenó el pasado 25 de diciembre en los cines entre aluviones de
críticas. Ahora vuelve a probar suerte con la segunda y última entrega.
La obra narra la vida de
una mujer, interpretada por la actriz francesa Charlotte Gainsbourgh, que
aparece retratada como ninfómana, término que solo se aplica cuando afecta al
género femenino y que en el diccionario de la RAE se refiere al “deseo violento
e insaciable en la mujer de entregarse a la cópula”.
Pero, ¿existe de verdad la ninfomanía?
En la quinta y última
edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V,
por sus siglas en inglés), la ‘biblia’ de la psiquiatría, la adicción al sexo
no aparece descrita como trastorno en ninguna de sus controvertidas páginas.
En la quinta y última
edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, la
adicción al sexo no aparece descrita como trastorno
Tampoco la edición
anterior, el DSM-IV, consideraba la adicción al sexo como una categoría
diagnóstica, aunque admitía la existencia de pacientes con malestar debido a un
patrón de relaciones sexuales repetidas, clasificándolo como ‘trastorno sexual
no especificado’.
A pesar de lo que diga el
manual, hay personas que viven su deseo sexual como un problema. “Aunque se ha
desestimado el trastorno hipersexual como nuevo diagnóstico, los pacientes
siguen yendo a consulta por un aumento en la frecuencia, intensidad de
fantasías, excitación, impulsos y conductas sexuales que les provocan malestar
significativo, deterioro social u ocupacional”, explica a Sinc Carlos Chiclana,
psiquiatra e investigador de la Universidad San Pablo CEU de Madrid.
“En la pasada década
estos comportamientos han recibido una atención creciente, pero existen aún
dudas sobre si constituye un trastorno adictivo, del ámbito del trastorno
obsesivo compulsivo o de la patología del control de los impulsos”, añade.
El término adicción,
dependencia al sexo o sexo compulsivo se aplica a un patrón de actuación por el
cual las personas buscan compulsivamente experiencias sexuales nuevas, precisan
de multitud de parejas diferentes para satisfacer sus necesidades eróticas y se
produce gran frustración cuando no consigue satisfacer su deseo.
Para Ángel Luis Montejo
González, director científico de la Asociación Española de Sexualidad y Salud
Mental (Aesexsame), la compulsividad sexual se define como una falta de control
sobre este comportamiento, lo que, indirectamente, implica una conducta
autodestructiva de quien lo padece.
“Cuando una persona se
preocupa en exceso por el sexo y continúa comprometiéndose en actividades
sexuales compulsivas a pesar de las consecuencias adversas que puede conllevar (deterioro
de su vida de pareja, trabajo, salud, libertad personal, etc.) se considera
adicto al sexo”, afirma Montejo González.
No existen datos
epidemiológicos definitivos –sí hay, por el contrario, cuestionarios y pruebas
que facilitan su diagnóstico–, pero según Chiclana, los últimos estudios
refieren que su prevalencia estaría en torno al 2% de la población.
Psiquiatras vs sexólogos
La postura de los
expertos en relación con la adicción al sexo –o hipersexualidad, un término que
suelen preferir– depende mucho de su especialidad. Mientras que la mayor parte
de los psiquiatras consultados por Sinc consideran que está fuera de su ámbito,
los sexólogos se declaran especialistas en su diagnóstico y tratamiento.
“Existe una controversia
considerable en torno a cómo debería designarse este síndrome y sobre a qué
categoría diagnóstica pertenece. El modelo que describe el origen de la
adicción es el que parece más apropiado, ya que comparte características
comunes con otras adicciones como el juego, el alcohol o las drogas”, apunta el
director científico de la Aesexsame.
La compulsividad sexual
se define como una falta de control sobre este comportamiento, lo que implica
una conducta autodestructiva de quien lo padece
Sin embargo, Miquel
Bernardo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, proclama
que no se trata, en ningún caso, de un trastorno psiquiátrico. “Ni la adicción
al sexo ni la ninfomanía aparecen en el DSM, sino que solo son consideradas conductas
sexuales”, replica.
Otro punto de vista
sostiene Carlos Chiclana: “No es un mito, existe tanto en varones como en
mujeres”. De hecho, la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10)
–que redacta la Organización Mundial de la Salud (OMS) con profesionales de
todos los países miembros– recoge bajo el epígrafe F52.7 el impulso sexual
excesivo.
La definición de la OMS
describe que “tanto los varones como las mujeres pueden quejarse ocasionalmente
de un impulso sexual excesivo como un problema en sí mismo, generalmente
durante el final de la adolescencia o en el comienzo de la edad adulta. Cuando
el impulso sexual excesivo es secundario a un trastorno del humor o cuando
aparece en los estadios iniciales de la demencia, debe codificarse aquí”.
Aunque la especialidad
psiquiátrica no quiere oír hablar de adicción al sexo, la realidad es que hay
personas que acuden a consulta por no poder controlar su conducta sexual y
existen abundantes publicaciones científicas relacionadas –incluso una revista
monotemática, Sexual Addiction & Compulsivity: The Journal of Treatment
& Prevention–.
Cómo es un adicto al sexo
Al contrario que en la
película de Lars von Trier, el sujeto hipersexual típico suele ser un varón
joven que manifiesta un comportamiento promiscuo, compulsivo y con escaso
control durante varios años, asociado a un deterioro en el funcionamiento
interpersonal.
“En algunos casos la
interferencia sobre la vida laboral es tal que en algunos países como EE UU el
diagnóstico de adicción al sexo implica la suspensión del cargo para los
pilotos de líneas aéreas, ya que se ha encontrado una frecuente relación con
trastornos de ansiedad, estados depresivos o abuso de sustancias, lo que podría
desembocar en accidentes”, señala Chiclana.
Los varones con adicción
al sexo poseen niveles muy altos de deseo sexual y con cierta frecuencia se
asocian a actividades parafílicas como el exhibicionismo, el voyeurismo, etc.
La excitación que obtienen de las relaciones con la pareja habitual es baja,
por lo que tienden a buscar otras. Es frecuente que en periodos de estrés,
depresión o disforia, su conducta sexual se haga más exagerada.
Numerosos estudios han
demostrado que la hipersexualidad suele presentarse asociada a otras
patologías, sobre todo a la depresión mayor, las fobias y el abuso de
sustancias. También los trastornos de personalidad son frecuentes,
particularmente los subtipos paranoide, histriónico, obsesivo compulsivo y
pasivo agresivo.
Tratamiento en la
consulta
Normalmente las personas
que piden ayuda por este trastorno han desarrollado un hábito que les hace
daño. Sin que tengan ninguna patología concreta, su conducta erótica les genera
grandes dificultades en la vida diaria.
“Aunque el diagnóstico de
la hipersexualidad es muy cuestionable, sí podemos hacer caso del sufrimiento
que nos trasmiten algunos pacientes”
Porque no solo se trata
de las consecuencias adversas personales y relacionales, sino de rupturas de
familias y parejas afectivas, de disfunción conyugal y divorcios, de riesgo de
adquirir y diseminar enfermedades de transmisión sexual –incluida la infección
por VIH– y de embarazos no deseados.
“Para una buena práctica
médica es conveniente no dejarse llevar por la creencia de que en el sexo todo
vale”, asegura el psiquiatra Carlos Chiclana. “Aunque el diagnóstico de la
hipersexualidad es muy cuestionable, sí podemos hacer caso del sufrimiento que
nos trasmiten algunos pacientes”.
El tratamiento de los
hipersexuales va dirigido a frenar sus comportamientos compulsivos y mejorar
sus relaciones interpersonales. El más utilizado por los expertos incluye
consejo profesional y asistencia a programas de autoayuda basados en el modelo
de Alcohólicos Anónimos. Estos grupos son frecuentes en países como EE UU, pero
tienen poca actividad en España debido a la diferente concepción de la
sexualidad en nuestra cultura.
Ante una petición de
ayuda médica por una conducta sexual excesiva o fuera de control, los sexólogos
describen una historia clínica completa, preguntando por la sexualidad pero sin
considerarlo un tema tabú o sin relevancia clínica.
“Así evitamos
estigmatizar al paciente, que poco a poco se atreverá a relatar sus conductas
sexuales a pesar de los sentimientos de culpa, vergüenza o frustración, porque
sabrá que se le va a atender con profesionalidad y respeto”, apunta el
investigador de la universidad madrileña.
No sabemos cómo cerrará
Nymphomaniac sus cuatro horas de metraje, si su protagonista dejará de pensar
que es una ‘mala persona’, pero lo que los expertos dejan claro es que las
conductas sexuales compulsivas se pueden tratar si interfieren en el bienestar
del individuo: “La población ha de saber que tienen solución”, concluye el
psiquiatra.
Consecuencias para los pacientes
Según Carlos Chiclana,
psiquiatra e investigador de la Universidad San Pablo CEU de Madrid, los
efectos para las personas con adicción al sexo engloban varios ámbitos:
Personales: pérdida de
autoestima y confianza en uno mismo, sentimientos de incapacidad; malestar
personal; humillaciones o desprecios.
Económicas: pérdidas de
empleo; gastos de dinero excesivos o improcedentes.
Interpersonales: rupturas
sentimentales; pérdida de la confianza de alguien; dificultades en las
relaciones interpersonales; daño emocional en otros; aislamiento social;
irresponsabilidad en el cuidado de otras personas; rupturas de pareja.
Médicas: enfermedades de
transmisión sexual; relaciones sexuales no saludables físicamente; peor salud
general.
Otras: problemas legales
(denuncias, detenciones); comportamientos irresponsables; abandono de metas
importantes; expulsión de organizaciones, asociaciones u otros colectivos.
domingo, 2 de diciembre de 2012
TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIO DE LA PERSONALIDAD
Un patrón general de preocupación por el
orden, el perfeccionismo y el control mental e interpersonal, a expensas de la
flexibilidad, la espontaneidad y la eficiencia, que empieza al principio de la
edad adulta y se da en diversos contextos, como lo indican cuatro o más de los
siguientes ítems:
1. preocupación por los detalles, las normas, las listas, el orden, la organización o los horarios, hasta el punto de perder de vista el objeto principal de la actividad.
2. perfeccionismo que interfiere con la finalización de las tareas (por ejemplo, es incapaz de acabar un proyecto porque no cumple sus propias exigencias, que son demasiado estrictas).
3. dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con exclusión de las actividades de ocio y las amistades (no atribuible a necesidades económicas evidentes).
4. excesiva terquedad, escrupulosidad e inflexibilidad en temas de moral, ética o valores (no atribuible a la identificación con la cultura o la religión).
5. incapacidad para tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando no tienen un valor sentimental.
6. es reacio a delegar tareas o trabajo en otros, a no ser que estos se sometan exactamente a su manera de hacer las cosas
7. adopta un estilo avaro en los gastos para él y para los demás; el dinero se considera algo que hay que acumular con vistas a catástrofes futuras.
8. muestra rigidez y obstinación
TRASTORNO DEPENDIENTE DE LA PERSONALIDAD
Trastorno de la personalidad dependiente
Es una afección prolongada (crónica) en la cual las personas dependen demasiado de otras para satisfacer sus necesidades físicas y emocionales.
Causas, incidencia y factores de riesgo
El trastorno de la personalidad dependiente generalmente comienza en la infancia y sus causas se desconocen. Es uno de los trastornos de la personalidad más frecuentes y es igualmente común en hombres y mujeres.Síntomas
Las personas que sufren este trastorno no confían en su propia capacidad para tomar decisiones. Es posible que se sientan devastadas por la separación y la pérdida de alguien y pueden hacer lo que sea, incluso sufrir maltrato, con tal de conservar una relación.Los síntomas del trastorno de la personalidad dependiente pueden abarcar:
- Evitar estar solo
- Evitar la responsabilidad personal
- Resultar fácilmente lastimado por la crítica o la desaprobación
- Enfocarse demasiado en los miedos de ser abandonado
- Volverse muy pasivo en las relaciones interpersonales
- Sentirse muy perturbado o impotente cuando las relaciones terminan
- Tener dificultad para toma decisiones sin el apoyo de otros
- Tener problemas para expresar desacuerdos con otros
Signos y exámenes
Al igual que otros trastornos de la personalidad, el trastorno de la personalidad dependiente se diagnostica con base en una evaluación psicológica así como en los antecedentes y gravedad de los síntomas.Tratamiento
La terapia psicológica (psicoterapia) se considera el tratamiento más efectivo para ayudar gradualmente a que las personas con esta afección hagan elecciones más independientes en la vida. Los medicamentos pueden ayudar a tratar otras afecciones, como ansiedad o depresión.Expectativas (pronóstico)
El mejoramiento suele verse sólo con terapia a largo plazo.Complicaciones
- Alcoholismo o drogadicción
- Depresión
- Mayor probabilidad de abuso sexual o maltrato físico y emocional
Situaciones que requieren asistencia médica
Solicite una cita con el médico o un profesional especialista en salud mental si usted o su hijo adolescente tienen síntomas del trastorno de personalidad dependiente.Nombres alternativos
Trastorno de personalidad de tipo dependienteReferencias
Blais MA, Smallwood P, Groves JE, Rivas-Vazquez RA. Personality and personality disorders. In: Stern TA, Rosenbaum JF, Fava M, Biederman J, Rauch SL, eds. Massachusetts General Hospital Comprehensive Clinical Psychiatry. 1st ed. Philadelphia, Pa:Mosby Elsevier; 2008:chap 39.TRASTORNO DE PERSONALIDAD POR EVITACIÓN
Trastorno de la personalidad por evitación
Es una afección psiquiátrica en la cual una persona tiene un patrón vitalicio de sentirse muy tímida, inadecuada y sensible al rechazo.
Causas, incidencia y factores de riesgo
Los trastornos de personalidad son patrones de comportamiento de por vida que causan problemas en las relaciones interpersonales y en el trabajo.Aproximadamente el 1% de la población tiene el trastorno de personalidad por evitación y se da por igual en hombres y mujeres. La causa se desconoce.
Síntomas
Las personas con trastornos de la personalidad por evitación no pueden dejar de pensar en sus propias limitaciones y establecen relaciones interpersonales con otras personas sólo si creen que no serán rechazados. La pérdida y el rechazo son tan dolorosos que estas personas prefieren estar solos antes que arriesgarse a tratar de conectarse con otros.Signos y exámenes
Una persona con trastorno de la personalidad por evitación puede:- Sentirse fácilmente herida cuando la gente la crítica o la desaprueba
- Refrenarse demasiado en relaciones íntimas
- Ser renuente a involucrarse con personas
- Evitar actividades u ocupaciones que impliquen contacto con otras personas
- Ser tímida en situaciones sociales por el miedo de cometer un error
- Hacer que las dificultades potenciales parezcan peor de lo que son
- Mantener la opinión de que no es socialmente buena, que no es tan buena como otras personas o que es poco atractiva
Tratamiento
Los medicamentos antidepresivos a menudo pueden hacer que las personas sean menos sensibles al rechazo. Sin embargo, la terapia psicológica (psicoterapia) se considera el tratamiento más efectivo para esta afección.La terapia psicodinámica, que ayuda a los pacientes a entender sus pensamientos y sentimientos, y la terapia conductual cognitiva (TCC) pueden ayudar. Asimismo, una combinación de medicamentos y psicoterapia puede ser más efectiva que cualquiera de los tratamientos por separado.
Expectativas (pronóstico)
Las personas con este trastorno pueden desarrollar cierta habilidad para relacionarse con los demás y esto se puede mejorar con el tratamiento.Complicaciones
Sin tratamiento, una persona con este trastorno puede llegar a resignarse a una vida caracterizada por el aislamiento total o casi total. Estas personas pueden pasar a desarrollar un segundo trastorno psiquiátrico, como la drogadicción, o un trastorno del estado de ánimo como la depresión.Situaciones que requieren asistencia médica
Consulte con el médico o el psiquiatra si la timidez o el miedo al rechazo trastornan su capacidad para desenvolverse en la vida y en las relaciones interpersonales.Nombres alternativos
Trastorno evitativo de la personalidadReferencias
Blais MA, Smallwood P, Groves JE, Rivas-Vazquez RA. Personality and personality disorders. In: Stern TA, Rosenbaum JF, Fava M, Biederman J, Rauch SL, eds. Massachusetts General Hospital Comprehensive Clinical Psychiatry. 1st ed. Philadelphia, Pa: Mosby Elsevier; 2008;chap 39.
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